«You will curse the day…»

septiembre 8, 2008 at 4:38 pm (Uncategorized) (, , )

 

 

Un buen día alguien me pasó este vídeo sacado de las mismísimas entrañas de algún subordinado de Satán. Aquí os presento a Sarah en la apología de lo ingenuamente cutre. Qué grandes fueron los ochenta. La estética, el diario con la cara del fantasma impresa, la capa erecta del fantasma de la ópera, la caída de la lámpara y esos ojos falsamente asombrados de Christine. La señorita Brightman tenía (y supongo que seguirá teniendo) una voz inigualable, pura y sin mácula. Es sin duda una soprano de singular vigor, pero es Sarah, no Christine Daáe. Como he afirmado recientemente en  «El fantasma de Broadway» sus ojos no denotan inocencia y más que una gacela asustada parece una gata que ya ha gastado cinco de sus vidas en experiencias paranormales. Pero qué mala es la envidia humana. Y los celos. Y es que Sarah siempre será el primer gran amor de Erik y será recordada por ello en los círculos fantasmófilos, o al menos no será olvidada tan rápido. Debería de existir una palabra que pudiera expresar amor y odio al mismo tiempo. Seguramente exista. Por otra parte es interesante observar la reinvención de la reinvención de la historia del fantasma de la ópera para la adaptación a un videoclip de cuatro minutos y medio.

 

 

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El ciclo de la muerte

septiembre 2, 2008 at 12:44 pm (Relatos & st)

Todos buscan esa flor, todos la quieren destilar, echarla a perder en un océano de agua que hierve. La mayoría de ellos se topa con algún anciano errante que les dice “Observa, viajero, la flor que tanto buscas crece aquí, bajo mis pies.” Más de la mitad de la mayoría alza la vista hacia el horizonte, donde el sol crepuscular proyecta la sombra de una flor que parece crecer más lejos. Le dan una palmada en la espalda al anciano, le ofrecen una moneda y le sonríen hipócritamente para continuar su camino. Caminan, sudan, lloran, sangran y hacen el amor, siempre en pos de la sombra titilante de una flor que se mece con el menor susurro de viento, sin alcanzar éxito en su empresa. Un día en el que el sol se exhibe desde lo más alto se dan cuenta de que la sombra cimbreante ha desaparecido. Miran con ansiedad a su alrededor, levantan el pie y alcanzan a ver una moneda deslustrada y polvorienta, acostada entre unas cuantas flores silvestres, de apariencia vulgar. Un viajero se acerca entonces, y sin necesidad de esperar la eterna pregunta balbucean “Observa, viajero, la flor que tanto buscas crece aquí, bajo mis pies.” El viajero les da una palmada en la espalda y sin dejar de mirar el horizonte crepuscular continúa su camino, tras ofrecerles una rutilante moneda. Contemplan sus manos, ya nudosas y tocan con yemas temblorosas la flor que tanto ansiaban encontrar. Intentan escuchar la cadencia de su contoneo en el tiempo; tan débil, tan silenciosa, que prescinden del sonido de la propia respiración al tornarse esta estridente. Duermen el sueño eterno en medio del camino, mientras el sol se retira en su carro alado. La moneda nueva la dejan entre el mullido lecho de flores, como señal para aquel que les dio una palmada en la espalda. La moneda vieja la recogen antes de marchar y con ella pagan a Caronte.

Fragmento extraído de «Las memorias de Némesis», CCM

Luca Giordano La barca de Caronte, Sueño, Noche y Morfeo

Luca Giordano La barca de Caronte, Sueño, Noche y Morfeo

CCM

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